LA MUJER CON SU CASA A
CUESTAS
Por Paulina Romero Barrientos.
Como los gasterópodos, el libro de Marisol Vera Guerra se distingue por una
deliciosa variedad de formas clasificadas y divididas en tres partes: la que da
título a la obra, “Rasgaduras” y “Secundigesta”. En la misma tónica, las letras
de Marisol como esta clase de moluscos, se diversifican y han conquistado un
hábitat en tierra firme. Aspectos cotidianos de la vida de una mujer como el
amor, el orgasmo, el embarazo, la maternidad y los hijos conforman este
poemario, en el que se ve representada a manera de un caracol, llevando su casa
a cuestas.
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Además de conservar su situación primitiva, los gasterópodos llevan una
branquia al frente que les difiere de los demás seres, un giro corporal que
pudiera ser una mutación posterior o la culpable de que por tantos siglos las
mujeres sigamos quedándonos dormidas a la orilla del océano. Gasterópodos sin
lugar a dudas los hay de muchas formas y desempeñan distintos roles, aun cuando
la tendencia se asocia a un crecimiento tubular con giro espiral en la concha;
puede haber amas de casa, doncellas, monjas como la emblemática Juana Inés,
eternas enamoradas como la Rebeca del muelle de San Blás, entre otros
personajes que deambulan en el diario vivir.
El cuerpo de los gasterópodos suave, terso, gira exactamente180°, siempre
dentro del plano de simetría, entonces tenemos bilateralidad externa y una
geometría que se representa a través de la estructura de los versos de Marisol,
como una palabra recurrente en su obra y en esos personajes que no se sabe a
dónde van con tanta prisa y nunca terminan de llegar, como bien cita la autora.
“Rasgaduras” inicia en el laboratorio con una curva de tolerancia a la
glucosa, que pudiera encarnarse en las que se esculpen en los caparazones de
los gasterópodos. Continúa en las diferentes áreas que componen un hospital,
esos sitios en que sus pasillos se vislumbran eternos y las horas parecen
interminables a la espera de la muerte o aguardando con ilusión una nueva vida.
“Secundigesta” es la tercera parte del poemario de Marisol Vera, y una
etapa en la vida de “Ellas”, afrontando un segundo embarazo. Es una interesante
incursión en la dramaturgia en la que la autora crea tres personajes que
interactúan en tres actos en los que se realizará un alumbramiento. Va
íntimamente ligado al título de la parte anterior del poemario, haciendo
alusión a la rasgadura en el periné y esos momentos en que dentro de un
hospital surgen infinidad de opiniones pero nadie puede entender el dolor de la
“paciente”, "el aviso certero de días por venir: promesas que acechan la
luna", cito las palabras de Marisol.